Bueno, para ser estrictos no ha sido un parto natural, ha sido por cesárea (la señora llevaba 42 semanas de embarazo y eso no tenía pinta de empezar nunca). Eso sí, el parto natural no se me escapa. Aunque tenga que hacer más guardias de las que me toca, lo veré.
Me ha hecho mucha ilusión y así he aprendido algo de cirugía. La verdad es que no es tan complicado como pensaba. Eso sí, al principio asusta mucho porque la sangre se mezcla con el líquido amniótico y si no lo sabes parece que la paciente se estuviera desangrando. Por eso tienen que ir aspirando continuamente la sangre para no entorpercer la operación. Lo que más gracia me ha hecho ha sido la ventosa que utilizan para sacar al niño de la placenta y que acoplan a la cabeza. LLamada cariñosamente "Kiwi del campo" por la marca con nombre de fruta.
El bebé: Una nena regordita de 3 kilos 760 gramos que no paraba de berrear.
Me he emocionado al ver la cara de la madre cuando le han enseñado a su niña. Qué le vamos a hacer, ni me inmuto con un abdomen abierto pero con esas pequeñas cosas que da la vida, me vuelvo muy sensible.